Fanatismo medieval

11/May/2011

La Razón España, Editorial

Fanatismo medieval

El Editorial 8 Mayo 11 – Madrid – La Razón
La brutal matanza perpetrada en la noche del sábado en El Cairo contra la comunidad cristiana, que arroja la cifra provisional de 12 muertos y casi 200 heridos, además de la quema de una iglesia y graves destrozos en el barrio copto, pone de relieve que la aplaudida revuelta de la plaza Tahrir sólo es un espejismo en medio de una sociedad fanatizada por el islam y controlada por dirigentes radicales, ya sean salafistas, hermanos musulmanes o de cualquiera otra secta integrista. De un tiempo a esta parte, coincidiendo con la descomposición acelerada del régimen de Mubarak, se han multiplicado los ataques sangrientos contra los cristianos con una fiereza medieval, como el atentado a una iglesia de Alejandría las pasadas navidades en el que murieron 24 personas. No se trata de episodios aislados o de encontronazos casuales. El acoso es sistemático y obedece al designio de construir un régimen político de acuerdo a las rigurosas exigencias islámicas, lo cual excluye de forma innegociable cualquier otra religión, en especial la cristiana. De ahí que la libertad religiosa sea, más allá de las retóricas voluntaristas que Europa se ha apresurado a comprar, la piedra de toque de las intenciones democráticas de Egipto. De lo que suceda en este país dependerá el rumbo que adquiera la llamada «primavera árabe» porque su influencia en el mundo musulmán es, junto a la de Turquía, la más decisiva y determinante. Si el Ejército y los líderes políticos egipcios son capaces de pactar una transición a la democracia sin adjetivos ni excepciones, es muy probable que el ejemplo cunda desde Marruecos hasta Siria y que las libertades alcancen a más de mil millones de personas. Sin embargo, existen muchas dudas de que el islamismo radical permita la instauración de un régimen democrático sin discriminación de ningún género, sobre todo de sexo y religión. Las libertades no son divisibles ni parcelables, y no es posible proclamar la libertad de asociación, de expresión o de manifestación excluyendo al mismo tiempo la de conciencia y religiosa. En este punto, el mundo musulmán está todavía a años luz de la cultura democrática y ni siquiera Turquía, que aspira a ingresar en la Unión Europea, cumple los requisitos básicos. Los supuestos fundamentos laicistas del régimen instaurado por Ataturk son, en realidad, un cortafuegos de apariencia democrática para impedir la práctica del cristianismo, religión a la que se le niegan derechos fundamentales como los de educación, culto y manifestación. A todas las naciones musulmanas les queda mucho camino por recorrer para incorporarse al mundo libre, y hacen bien Europa y EE UU en apoyar los incipientes movimientos democratizadores. Sin embargo, masacres como las de Egipto contra los coptos nos advierten de que el derrocamiento de Mubarak no ha servido de nada porque las nuevas autoridades, con el Ejército al frente, siguen haciendo la vista gorda ante los desmanes de los islamistas, que se muestran crecidos al calor de la plaza Tahrir hasta el punto de que estos días no han dudado en salir a la calle para  protestar por la muerte de Ben Laden, al que tienen por ejemplo y guía.